Bitelcús Bitelchús (Beetlejuice Beetlejuice) llega a los cines después de casi 40 años de espera. La legendaria película de Tim Burton protagonizada por Michael Keaton es una de las más aclamadas de su prolífica e inusual filmografía. Ahora, por fin ha encontrado la manera de devolver al bioexorcista a la gran pantalla con una nueva historia en la que también regresa Winona Ryder como la inigualable Lydia Deetz. A ellos se une, además, la joven Jenna Ortega como gran fichaje estrella del proyecto.

La trama de Bitelchús Bitelchús vuelve a enfocarse en la familia Deetz. Lydia ha hecho carrera como presentadora de un programa de misterios paranormales gracias a su habilidad para ver fantasmas. Además, tiene una hija, Astrid, con la que no se lleva demasiado bien. Pero la familia deberá reunirse cuando Charles Deetz, el padre de Lydia, muere repentinamente. Entre tanto, en el Más Allá el histriónico Bitelchús sigue obsesionado con el personaje de Ryder. Pero cuando la temible Dolores (Monica Bellucci) regrese para buscarle, se verá en problemas. Irremediablemente, los caminos de todos los personajes volverán a entremezclarse.

Bitelchús Bitelchús

El Tim Burton más imaginativo regresa de entre los muertos con una película que recupera ese tono y estilo que parecía haber perdido años atrás. Bitelchús Bitelchús es un homenaje a sí mismo a la vez que se permite reinventar el propio universo del bioexorcista y profundizar más en él. A nivel narrativo, como la primera, hace aguas. Pero eso nunca ha sido lo importante con uno de los directores más ingeniosos y soñadores que nos ha dado nunca el séptimo arte.

Puntuación: 3.5 de 5.

El toque de nostalgia

Es innegable que la mera existencia de Bitelchús Bitelchús responde a la situación actual de la industria. Aunque Tim Burton llevase años y años intentando hacerla realidad, ha recibido luz verde ahora, el momento en el que la nostalgia y las franquicias conocidas gobiernan la taquilla. Ni siquiera uno de los autores más originales del último medio siglo ha sido capaz de evitar caer en ese perverso juego de fabricar dinero barato. Pero al menos sí que ha sabido adaptarse bien para no ofrecer una película vacía.

Porque Beetlejuice Beetlejuice emplea la nostalgia, incluyendo infinidad de guiños y referencias al universo que el mismo Burton creó en 1988. Pero todo ello no fagocita ni mucho menos el poder de una nueva e interesante aproximación que se sostiene por sí misma. El cineasta recupera el alma improvisada y demente de aquella obra para expandirla por un nuevo sendero. Obviamente, juega sobre seguro y no es especialmente arriesgada, pero sí resulta fresca con grandes añadidos que la completan a la perfección.

Bitelchús Bitelchús

Un universo único

Bitelchús Bitelchús tiene mucho cariño por su propio universo. Pero tiene aún más ganas de pasárselo bien en él. Por eso, no hay miedo a jugar, a indagar y profundizar. No hay nada sagrado. Se muestran nuevos personajes y elementos del Más Allá que enriquecen el conjunto. Se establecen más reglas sobrenaturales que propician escenas de lo más divertidas. También se exploran nuevos temas que conectan directamente con el mundo actual. Influencers, agentes de famosos... y hasta algunos toques muy irónicos a la industria del entretenimiento.

Con la película, Burton ha podido reencontrarse con uno de los mundos más imaginativos que nos ha dado el cine. Un universo muy tangible de animatrónicos, prótesis y efectos prácticos rimbombantes. Y como si su niño interior hubiese despertado, ha sido capaz de confeccionar una nueva narrativa con sus antiguos juguetes y también con los que no existían. Porque la mejor de las noticias es lo que ha provocado Beetlejuice Beetlejuice en su director.

Bitelchús Bitelchús

La mente de Tim Burton

En la última década, Tim Burton apenas había tenido proyectos notables. Miércoles, la serie de Netflix basada en la Familia Addams protagonizada precisamente por Jenna Ortega, es quizá su mejor trabajo desde Sweeney Todd allá por el año 2007. Pero al margen de esa serie y puede que de Big Eyes, todo lo demás ha sido una sucesión de fracasos o, como mínimo, de proyectos que no estaban a la altura de su prodigiosa mente. Él mismo ha reconocido en alguna ocasión que estaba desencantado con el cine. Y Beetlejuice Beetlejuice ha sido su gran expiación, su redención total.

Con la película, el director ha rejuvenecido veinte años y se ha rencontrado a sí mismo. Es cierto que la primera parte del filme es algo lenta y predecible, pero cuando llega la hora de la verdad todo se desata. Es un placer inmenso ver lo mucho que Burton se ha dejado llevar por su propia locura en su segunda mitad. Sin ataduras, el caos se apodera de Bitelchús Bitelchús y deja consigo una sucesión de momentos que solo pueden responder a la perturbada imaginación de un genio como el suyo.

El argumento de la primera Bitelchús era casi lo de menos. Y esta pasa tres cuartos de lo mismo. Hay hilos conductores, pero todo es tan descabellado y carente de sentido que la cinta podría contarnos esto o aquello y daría absolutamente igual. Lo bonito de la película es la experiencia de subirse a esa montaña rusa de diversión y muertos vivientes. De acompañar a madre e hija Deetz (geniales tanto Ryder como Ortega) en sus peripecias frente al macabro personaje de un, otra vez, estupendo Michael Keaton. Con Beetlejuice Beetlejuice vuelve ese Tim Burton ingobernable que tantas alegrías dio en los años 80, 90 y primera década de los 2000. Solo por eso, ya merece la pena la entrada, aunque la historia tenga menos pies y cabeza que algunos de los difuntos que se pasean por la pantalla.

Bitelchús Bitelchús

En resumen, Bitelchús Bitelchús no es una nueva obra cumbre del cine burtoniano. Puede incluso que el paso del tiempo haga estragos y se quede en el olvido de la memoria. Pero lo que no puede negarse es que es una secuela que hace justicia a la original y que devuelve a los espectadores la alegría y el ingenio de su director. Ante el desastre que muchos pronosticaban, Burton ha vuelto plenamente en forma. No es que salga ileso del encargo, es que sale fortalecido. Y eso es siempre motivo de celebración.