Joker: Folie à Deux llega a los cines cinco largos años después de aquel fenómeno que supuso la primera entrega. Joaquin Phoenix y Todd Phillips deslumbraron al mundo rescribiendo el mito del Joker para convertir al legendario villano de Batman en un hombre roto, atormentado, desquiciado y, finalmente, en un fortuito símbolo de lucha social mal entendida. Tal fue el éxito -y la polémica- que Warner Bros. se salió con la suya para convencerles de hacer una secuela. Una tarea muy complicada para la que se hicieron con un fichaje de lujo. Lady Gaga sería Harley Quinn, la inolvidable e igualmente trastornada novia del Príncipe Payaso del Crimen.
Han pasado dos años desde los acontecimientos de la primera película. Así, Joker: Folie à Deux nos lleva hasta los pasillos y celdas del Manicomio Arkham. Allí, Arthur Fleck vive una rutinaria y deprimente vida. Medicación, vejaciones constantes y un triste recuerdo de la libertad. Ya no es el Joker. Pero un día conocerá a Lee (Lady Gaga), otra paciente de la que se enamorará perdidamente. Juntos vivirán un tórrido romance que le devolverá la chispa y el color al personaje de Phoenix. Todo ello mientras se enfrenta al "juicio del siglo" por los crímenes que cometió.
Joker: Folie à Deux
Todd Phillips asume el reto de resucitar una historia cerrada con 200 millones de dólares de presupuesto. Pero el encargo es tan innecesario como errado su tiro. El cineasta despoja al Joker de toda su identidad sociopolítica en una historia aburrida que solo se salva por su, otra vez, exquisito estilo visual y por unos Joaquin Phoenix y Lady Gaga que se dejan la piel en cada escena.
Una secuela aburrida
Había mucho temor sobre lo que estaba por llegar en Joker: Folie à Deux. Una gran mayoría de espectadores no entendieron la necesidad de llevar a cabo una secuela. La primera cinta dejaba un final cerrado que ponía el broche más preciso posible al descenso a los infiernos de su personaje. Era muy difícil recogerle en ese punto y contar una nueva historia igual de fascinante. Y, por desgracia, Phillips esta vez no ha dado con la tecla.
El filme arranca con un primer acto bastante sugerente. Empiezan a plantearse ideas que podrían llevar a algo inusualmente grande. Es loable el intento porque hay varios conflictos que perfectamente engatusarán en un primer momento a los más reacios a la secuela. Todo gira alrededor de una misma cuestión: ¿era Arthur consciente de sus actos o una doble personalidad como Joker se apoderó de él? Pero el director se pierde en su guion y no consigue darle una coherencia ni hacerlo estallar. Así, a la media hora de arrancar, Joker: Folie à Deux ya va dando tumbos sin un rumbo claro.
La propia película responde a la duda desde sus primeras secuencias para luego convertirse en una constante contradicción. Quizá debido a un corte no particularmente lúcido en la sala de montaje, todo resulta una sucesión inconexa y caótica de escenas sueltas carentes de la garra que se le intuía. Al final, acaba siendo una historia muy plana y mucho menos profunda de lo que pretende.
Sobre todo, Joker: Folie à Deux destaca por un ritmo demencialmente lento e irregular con solo algunas, pocas, escenas realmente memorables y poderosas. Lejos queda la brutal tensión de aquella cinta en la que el protagonista se balanceaba sobre el abismo de la locura. Ahora todo pasa con tedio sin que siquiera haya unas motivaciones claras en sus personajes, que se mueven de un lado a otro con, eso sí, unos Joaquin Phoenix y Lady Gaga totalmente entregados. La última media hora, por suerte, vuelve a elevar notablemente el listón pisando el acelerador y dando un tercer acto bastante más potente. Es lo que salva a la cinta del desastre, aunque su controvertido final dará mucho que hablar e indignará a bastantes fans.
¿Es Joker 2 un musical?
Hay que señalar a este respecto, además, la decisión de convertir Joker: Folie à Deux en un musical. En realidad, tanto Phillips como Phoenix y Gaga han renegado de esa etiqueta. Simplemente, han sugerido que la cinta cuenta con canciones que retratan el estado emocional de los personajes, pero que el conjunto no se adscribe a las características puras de un musical. Lo cierto es que puede llamarse como quieran, pero la película cuenta con muchas secuencias de este tipo de cine. Era una idea extravagante y magnífica que podía sentarle como anillo al dedo a una versión alocada de estos personajes.
Pero en la cinta que llega a los cines, estas canciones no llegan a ser orgánicas en ningún momento del metraje. Parecen pegotes añadidos sin ninguna justificación concreta. Y lo peor, tampoco retratan ese mundo interno como el equipo anticipaba. Es obvio que la gran mayoría son las ensoñaciones de Arthur, feliz presa de sí mismo, pero simplemente insisten en ideas ya expresadas anteriormente de manera más o menos implícita. Como mucho, dan nuevas informaciones que realmente podrían haber llegado en una conversación normal. No está mal que lleguen en formato musical, pero no otorgan una personalidad particularmente especial al filme.
Despolitizar al Joker
Sin embargo, lo más doloroso de Joker: Folie à Deux es el motivo por el que Phillips parece haber aceptado el encargo. La primera película generó una enorme polémica, especialmente en Estados Unidos. Allí se criticó que el asesino protagonista era convertido en héroe, en mártir para justificar la violencia desmedida de los descontentos con la sociedad. Y aunque una buena parte del público entendió perfectamente que ese no era exactamente el mensaje, muchos otros efectivamente se quedaron con aquella idea al pie de la letra.
Esto no gustó nada al cineasta, que ha decidido dar respuesta. Y lo ha hecho arrebatándole todo el significado político que tenía. La historia y las decisiones de Arthur en Joker: Folie à Deux van totalmente en contra de lo que planteaba la primera entrega. Error fatal, pues no solo va a cabrear a esos espectadores radicales que se sentían validados. También supone deshacerse del aspecto más aclamado por público y crítica en su día. Phillips tomó unos riesgos muy considerables a nivel narrativo con un villano de cómics que fueron ampliamente celebrados por el mundo entero (tanto que le valieron el León de Oro en Venecia). Ahora no solo este valiente rasgo desaparece, es que se elimina de manera muy explícita.
Con ello, Arthur pasa de ser un personaje miserable por el que el público podía sentir ternura y compasión a convertirse en un "loco" frío y narcisista. Aún hay secuencias que rebosan humanidad, pero ni de lejos logra la empatía de la primera. Con ello, Fleck deja de ser tan interesante y Joker: Folie à Deux se ve desde la butaca con una distancia imposible de sortear. Podría haberse conseguido con la Lee de Lady Gaga, que parece esconder mucho bajo su fachada. Pero la película, para colmo, la relega a un lugar bastante más secundario de lo prometido y no la explota como debe.
Libertad estética
Donde sí que brilla Joker: Folie à Deux es en su apartado estético y estilístico. A nivel visual vuelve a ser una obra fabulosa. Quizá no alcance esos niveles exquisitos de la primera, que en cada plano daba sutilmente nuevos detalles de la historia de Arthur. Pero Phillips demuestra que sigue siendo un fantástico contador de historias con la cámara. El diseño de producción es sensacional y deja imágenes poderosísimas que, acompañadas de una buena historia, se habrían marcado profundamente en la retina.
Ese aparataje estético es lo que, junto a las comprometidas actuaciones de Phoenix y Gaga, salvan una cinta bastante menos atrevida y entretenida de lo que se esperaba. Sus ideas solo funcionan a medias y decepcionará tanto a quienes busquen la osadía de la primera como a quienes auguraban una nueva ratificación del peligroso mensaje original. Joker: Folie à Deux no es una película totalmente fallida, pero sí es muy poco memorable.