Aunque no con mucho tiempo, la mayoría de fenómenos climatológicos suelen poder predecirse con algo de tiempo de antelación, de modo que en caso de desastre la población pueda resguardarse en la medida de lo posible. Sin embargo, con los geológicos la cosa cambia. Predecir un gran terremoto es algo complicado, ya que no todos los enjambres sísmicos llevan uno detrás. Y con los volcanes pasa algo parecido. El volcán de la Palma comenzó a avisar de su actividad 8 días antes de su erupción, aunque nadie podía saber cuándo ocurriría realmente. Pero lo cierto es que lo de los 8 días solo fue el aviso definitivo. En realidad, el Cumbre Vieja había empezado a dar señas de actividad cuatro años antes.
No es algo nuevo. Sin embargo, es la información en la que se ha centrado el vulcanólogo Marc-Antoine Longpré en un estudio que acaba de publicarse en Science. En él describe los avisos que dio el volcán de la Palma en forma de enjambres sísmicos y analiza cómo podrían tanto esos seísmos como todo lo que ha ocurrido después ayudar a mejorar las estrategias de predicción de terremotos.
Se trata de una catástrofe terrible, que se ha convertido en una pesadilla para los palmeros, pero a nivel científico es de gran interés, pues tanto este como otros volcanes canarios han mostrado ir en contra de lo establecido para otros volcanes basálticos. Aportan esa rebeldía necesaria para hacer más precisas las predicciones que se han establecido en base, sobre todo, a esos grandes volcanes cuyas erupciones no suelen salirse de lo marcado.
¿Por qué es tan interesante el volcán de la Palma?
Los volcanes persistentemente activos, como el Kilauea o el Etna, son fáciles de vigilar, pues generalmente se pueden identificar en ellos patrones claros justo antes de los disturbios.
Sin embargo, tanto el Cumbre Viaje como otros volcanes de la Palma han tenido reactivaciones tras periodos largos de actividad. Esta intermitencia hace prácticamente imposible establecer su modus operandi, si es que realmente tienen alguno.
De hecho, desde el siglo XVI se le conocen periodos de reposo que van desde los 24 hasta los 237 años. La última gran erupción tuvo lugar en 1971, un momento en el que solo había una estación sísmica en Tenerife que servía para todo el archipiélago canario. Como es lógico, si en ese tiempo hubo avisos en forma de enjambres sísmicos habría sido muy difícil detectarlos. Pero los datos previos a esta última erupción sí que pueden darnos información interesante de cara al futuro. Ahora bien, ¿cuáles son esos datos?
Los avisos del Cumbre Vieja
Todo empezó en octubre 2017 con un enjambre sísmico que duró 8 días, durante los cuales se dieron hasta 128 pequeños terremotos. Eran muy leves, con una magnitud de 1-2 y una profundidad de 20-25 kilómetros. A día de hoy los vulcanólogos entienden que esto podría indicar que se estaba generando una intrusión del precursor del magma volcánico en el manto profundo.
Y la cosa seguía temblando. Tras aquel episodio no tardó mucho en darse otro similar en febrero de 2018, aunque esta vez solo fueron 84 terremotos. A continuación hubo dos años y medio de relativa calma, con muy pocos temblores, por lo que aquellos enjambres no parecían indicar nada. Sin embargo, en la segunda mitad de 2020, la Palma volvió a temblar. Desde finales de julio de ese año hasta febrero de 2021 se detectaron hasta seis enjambres sísmicos, que fueron desde los 14 a los 160 terremotos. Esta vez eran aún más profundos que los de 2018, a unos 30-35 kilómetros bajo la superficie.
Pero luego vinieron otra vez seis meses tranquilos. Seis meses tras los que, finalmente, llegó toda la hecatombe. En agosto volvieron a empezar los enjambres sísmicos, que de nuevo ascendieron hasta los 20-25 kilómetros, demostrando la dinámica de las tuberías de magma. La actividad fue aumentando más y más, hasta que el 11 de septiembre los temblores, ya a menos de 12 kilómetros bajo la superficie, se contaban por cientos. Ya apenas había dudas de que el Cumbre Vieja entraría en erupción. Sin embargo, nadie sabía cuándo ocurriría.
Finalmente, el volcán de la Palma despertó el 19 de septiembre, comenzando una actividad que aún sigue dos meses y medio después.
¿Qué puede enseñarnos esta erupción?
En su estudio, Longpré relata que fue una erupción sorprendente, pues su nivel de explosividad no parecía corresponderse con los registros históricos de la Palma. Violentas explosiones estrombolianas y respiraderos vomitando grandes columnas de ceniza que ascendían hasta los 6 kilómetros de altura daban el pistoletazo de salida de una terrible erupción.
A día de hoy, se han llegado a superar los 1.000 temblores sísmicos en 3 días, y la actividad, aunque a veces parece que va a dar una tregua, se mantiene arriba. Miles de personas han sido evacuadas de sus hogares, que en muchos casos han acabado siendo engullidos por la lava.
Ahora mismo, la prioridad son los palmeros. Pero cuando todo acabe, los científicos tienen mucho que hacer. En el estudio de Science este vulcanólogo cita también la erupción submarina que tuvo lugar en el Hierro entre 2011 y 2012. En aquella ocasión, los avisos duraron 96 días. Por eso, el Cumbre Vieja no es el único interesante de cara a desarrollar nuevos modelos predictivos. “En términos generales, los volcanes canarios desafían las relaciones globales entre tiempos de preparación para el reposo y la erupción, pues son típicamente más cortos que en los volcanes basálticos más comúnmente representados”, señala el experto en su estudio. “Esto representa información crucial para el pronóstico de erupciones en volcanes inactivos”.
De momento este volcán nos ha enseñado a sentirnos pequeñitos ante la grandeza de la naturaleza. Después, quizás, nos ayude a mejorar la grandeza de la ciencia.