Cuando un director como el vasco Álex de la Iglesia anuncia un nuevo proyecto, los periodistas y los amantes del cine tomamos nota. Y da igual si es otro de sus largometrajes o una serie de televisión como 30 monedas (desde 2020); permanecemos a la expectativa para poder descubrir el resultado ante la pantalla con mayor o menor paciencia. Porque, con su estilo personal de subida hasta la apoteosis dramática y las dificultades que ello comporta, los buenos ratos que nos ha hecho vivir y el respeto intelectual que nos merece, no cabe duda de que se ha ganado nuestro apego cinéfilo. Por esta razón, no podíamos dejar de ver Veneciafrenia (2021), su décima quinta película de ficción, que se incluye en el sello The Fear Collection.

Y no importa si se columpia como en este caso; no se trata de la primera vez que sucede y no se nos ha ocurrido darle la espalda por ello. Unos le reconocen por El día de la Bestia (1995) o La comunidad (2000); otros preferimos Crimen ferpecto (2004). Y, si nos ha brindado antes obras como estas, no hay motivos para pensar que no pueda volver a brindárnoslas.

Los típicos asesinatos pueriles del ‘slasher’

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Sony

En verdad, desde el comienzo, Veneciafrenia entraña el mismo problemón que la inmensa mayoría de los slasher: el impulso asesino es pueril, la explicación de su origen se da en cuatro patadas y sin base psicológica ni hondura de ningún tipo ─si exceptuamos la de las armas afiladas en la carne de las víctimas─ y el único interés del relato cinematográfico se enfoca en las formas más o menos imaginativas de la matanza y el amontonamiento de cadáveres, sin ingredientes ingeniosos o un aparato audiovisual cautivador que justifiquen su propuesta ni, vaya, su visionado.

Quizá el libreto de Jorge Guerricaechevarría (Celda 211) y el propio Álex de la Iglesia, que ya han colaborado en diecisiete obras, pretenda envolver la escabechina con una situación controvertida real del entorno en el que esta historia pesadillesca sucede; pero no se trata más que de una excusa. Como las enfermizas motivaciones sociales de quien se esconde tras la máscara de Ghostface en Scream 4 (Wes Craven, 2011).

Y Veneciafrenia termina en el saco pelmazo de las películas de esa saga, la que empezó con Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), las de Freddy Krueger (Robert Englund) desde Pesadilla en Elm Street (Craven, 1984) o las de Michael Myers (Nick Castle) hasta Halloween Kills (David Gordon Green, 2021). Por mucho que le quieran insuflar cierto espíritu y detalles visibles del giallo de los italianos Mario Bava (Seis mujeres para el asesino) o Dario Argento (Rojo oscuro).

Los buenos trabajos que no arreglan ‘Veneciafrenia’

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La lástima es que el grupo de amiguetes protagonista resulta muy creíble en su actitud y sus interacciones; no de especial brillantez, cuidado, pero Álex de la Iglesia sí ha conseguido sacar de los jóvenes actores un buen naturalismo en su trato de personas familiarizadas. Y tanto ellos como los demás cumplen con lo que necesitan sus roles.

Desde Ingrid García Jonsson (Toro), Alberto Bang (Hierro), Nicolás Illoro (La valla), Goize Blanco (Los favoritos de Midas) o Silvia Alonso (La que se avecina) hasta Enrico Lo Verso (Hannibal), Armando de Razza (¡Ay, Carmela!), Cosimo Fusco (Friends), Caterina Murino (Casino Royale), Alessandro Bressanello (Spectre) o Nico Romero (Antidisturbios).

Por otra parte, el compositor Roque Baños, que ha sido distinguido con el Premio María Honorífica 2021 en el Festival de Sitges por su trayectoria en la música para el séptimo arte de casi un cuarto de siglo, lo que incluye nueve colaboraciones con Álex de la Iglesia desde Muertos de risa (1999), realiza un buen trabajo con la partitura de Veneciafrenia. Otro aspecto que nos hace lamentar que no podamos considerarla sino un slasher desafinado. Esperemos que el cineasta bilbaíno tenga el oído mejor la próxima vez.