El chemsex o, lo que es lo mismo, el uso intencionado de drogas para tener relaciones sexuales no es algo nuevo. Se trata de una práctica extendida en algunos círculos concretos desde la década de 1990. Sin embargo, lejos de desaparecer con las campañas de concienciación sobre drogas e infecciones de transmisión sexual, su práctica ha continuado e incluso ha incorporado nuevas modalidades, como el slamsex.
Esta es una forma de chemsex que consiste, básicamente, en administrar las drogas en cuestión por vía inyectada. Así, estas sustancias pasan mucho más rápido a la sangre y el subidón es prácticamente instantáneo.
Pero también es instantáneo el riesgo. Y es que el chemsex en general y el slamsex en particular son peligrosos por dos riesgos muy concretos. En primer lugar, por el riesgo normal que supone el consumo de drogas. Y, además, porque estas drogas a menudo desinhiben y disminuyen la percepción de riesgo, por lo que su consumo suele ir acompañado de prácticas peligrosas como la práctica de sexo sin protección.
Del chemsex al slamsex
En la década de 1990 el chemsex comenzó a expandirse entre hombres que tenían relaciones sexuales con otros hombres. Se puso de moda porque permitía a quienes lo practicaban tener sesiones de sexo mucho más intensas y largas, que a veces se prolongaban durante días. Además, a menudo participaban en ellas varias personas que aseguraban establecer unos vínculos mucho más fuertes si acompañaban el sexo del consumo de drogas.
Todo esto no ha cambiado. El chemsex se sigue practicando y, a la ecuación, se han sumado las apps de citas. En ellas, quienes lo practican suelen usar un argot muy concreto para mostrar su interés sin que el algoritmo detecte una apología a las drogas. Por ejemplo, según ha explicado en The Conversation el psicólogo Alberto Vargas Guerrero, usan emoticonos de caramelos en relación a las drogas o incluyen siglas como HnH (High and horny), PnP (Party and play) o T (Tina). Este último es el nombre en clave que se le suele dar a la metanfetamina, una de las drogas más empleadas en el chemsex en general y en el slamsex en particular.
Además de añadir las apps de citas a la ecuación, en los últimos años se han sumado otras prácticas que hacen que todo sea mucho más peligroso. Una de ellas, como ya hemos visto, ha sido la irrupción del slamsex. En un inicio las drogas no se inyectaban. Por otro lado, se han incluido nuevas drogas. Casi cualquier sustancia de uso recreativo puede encontrarse en un local o una casa en la que se esté realizando chemsex.
¿Solo lo practican los hombres?
El chemsex y el slamsex, por definición, son prácticas que solo realizan los hombres que tienen sexo con otros hombres. Eso no quiere decir que no haya mujeres u hombres heterosexuales que consuman drogas durante el sexo. De hecho, es bastante común en algunos círculos de intercambio de parejas. Sin embargo, en la comunidad gay tiene unas características muy concretas que incluyen el argot ya mencionado, el tipo de apps que se utilizan o la práctica frecuente de sexo en grupo en ese contexto.
Debe quedar claro que esto no es algo que hagan todos los hombres que mantienen sexo con otros hombres. No se deben demonizar por ello. Además, incluso quienes los hacen no dejan de ser víctimas que se deben proteger. Por eso se estudia cuáles son los grupos poblacionales de riesgo. Para prestarles especial atención, sobre todo desde el ámbito sanitario.
¿Cuáles son los efectos del slamsex?
El slamsex es el chemsex de moda por la rapidez de sus efectos. Las drogas más consumidas son la metanfetamina y la mefedrona. Ambas son anfetaminas con un gran poder psicoactivo. Esto significa que producen efectos como euforia, aumento de la energía y una mayor capacidad de socialización. Es ideal, por lo tanto, para perder la vergüenza a tener relaciones sexuales con desconocidos. Sobre todo en grupo. Además, al aportar tanta energía, estas drogas permiten que las sesiones de sexo sean más largas.
Todo eso puede ser positivo. Pero, como es lógico, lo negativo tiene muchísimo más peso. Ambas drogas pueden aumentar el ritmo cardíaco hasta niveles peligrosos, causan una gran sudoración que puede acabar en deshidratación, sobre todo si se combinan con otras sustancias, como el alcohol. También causan daños en el sistema nervioso y, por supuesto, son muy adictivas. Todo ello sin olvidar que la desinhibición a la que contribuyen promueve ciertas prácticas de riesgo que facilitan el contagio de infecciones de transmisión sexual.
Todo esto si se hace por vía inyectada, como con el slamsex, es aún más preocupante. Por eso es por lo que hay tantos especialistas preocupados por el auge de esta práctica. Se deben reforzar las medidas de concienciación y entrenar a los sanitarios para que detecten posibles señales de su práctica. No hay nada de malo en el sexo en grupo o con desconocidos siempre que haya consentimiento y se tomen las medidas adecuadas. El problema es que el slamsex es todo lo contrario a una medida adecuada. Debe hacerse todo lo posible para que, de una vez por todas, acabe en el olvido.