A principios de enero de 2023, Stephen King escribió una historia de pocas líneas en su cuenta oficial de Twitter. Se trató de una broma en la que se burlaba del género de zombis y el comienzo de una premisa sencilla. De inmediato, el tweet se volvió viral y muchos de los comentarios, insistieron en que era la primera narración de terror del año. Es la más reciente demostración, que el interés en las obras del escritor se mantiene vigente.
En especial, para toda una nueva generación de lectores, que considera su forma de narrar imprescindible para comprender el género. Cada una de sus historias, tienen un elemento en común: traducir lo sobrenatural a un estrato pequeño. Ya no se trata de demonios o batallas por el alma de niños heridos. El paisaje del misterio, es la franja de un jardín que conduce a un cementerio para mascotas, construida por niños. A la habitación de una adolescente pelirroja, que puede mover los objetos con el poder de la muerte. A la fanática de un escritor que empuña un mandoble para fracturar los tobillos.
Para Stephen King es importante que aquello provoca miedo pueda encontrarse en los lugares menos esperados. Lo que convierte a la mayoría de sus novelas en tétricas reinvenciones de la normalidad.
Sobre todo las que han sido llevadas al cine. Con un número de adaptaciones que rebasa las trescientas, logró construir un estilo para ser analizado por sus aspectos más notorios. Desde sus descripciones de escenarios engañosamente pacíficos, que incluye pueblos idílicos de la Norteamérica rural, hasta sus personajes imperfectos, llenos de matices y defectos. La visión del horror de Stephen King logra crear una atmósfera que se relaciona con la ambigüedad.
¿Quién es bueno o malo en un relato en que el que levanta el arma es un padre borracho? ¿Qué ocurre cuando un hombre roza las manos de su enfermera y puede predecir su futuro? No parece tan grande, como los monstruos que destrozan ciudades o los fantasmas que deben ser conjurados por exorcismos. En el mundo del autor, lo que produce miedo no es obvio ni puede ser explicado de inmediato. Algo que permite que sus planteamientos siempre resulten frescos.
El temor se manifiesta dentro de casa
En Misery, dirigida por Rob Reiner, el monstruo no es un espectro o una criatura de fauces peligrosas. Es Annie, una mujer que la actriz Kathy Bates, dota casi de amabilidad durante las primeras secuencias. De la misma manera que en el libro en que se basa, lo que puede asustar en el personaje no es lo que lo relaciona con situaciones extraordinarias. Después de todo, se trata de una enfermera que se esfuerza por cuidar a su paciente. Es lo primero que describe el escritor y a partir de allí lleva la historia a un lugar inesperado.
El relato profundiza en cómo la crueldad se esconde en una casa común y en una mujer, que podría ser cualquiera. Cuando Paul (James Cann) comprende el tipo de violencia de la que su cuidadora es capaz, el sentido del horror de la premisa se revela por completo. Incluso una figura que pasó por inofensiva, puede ser la encarnación del mal.
Para Stephen King, este tipo de escenario —lo normal enfrentado a un acto fatídico o maligno— es central. También lo utilizó en la novela Carrie, llevada al cine por Brian De Palma, en la que el personaje titular es una adolescente que sufre abuso escolar. Una circunstancia que, tanto el escritor como el director, describen a detalle. Pero poco a poco, libro y largometraje indican que el personaje posee capacidades inexplicables.
Además, que es capaz de usarlas y que lo hará, si pierde el control sobre sus emociones. Lo que comienza como una exploración acerca del dolor, el aislamiento y la exclusión, se convierte rápidamente en un argumento sangriento. Todavía más, cuando Carrie sufre una humillación pública que terminará por empujarla a cometer todo tipo de actos violentos.
Stephen King: el escritor que explora la oscuridad de la mente humana
Stephen King medita acerca de situaciones escalofriantes que puede encontrarse en todos lados. Que, en realidad, los acontecimientos sobrenaturales son solo otro aspecto de lo físico y creíble. Incluso, cuando abandona lugares parecidos, la reflexión de la obra del autor sigue siendo la misma. En la novela y también en la película Cujo, se narra, a través de un perro contagiado con rabia, el asedio a una familia y la invasión doméstica. No hay un grupo de maleantes, asesinos o criaturas del inframundo. Únicamente un San Bernardo que atraviesa todas las etapas de una infección mortal.
De hecho, en el clásico Christine dirigido por John Carpenter, las escenas sobrenaturales tardan en llegar. Como en el libro en el cual se basa, el guion dedica especial tiempo y atención a sus personajes. Sobre todo, profundizar en el acoso escolar que padece Arnie (Keith Gordon), el conductor del coche embrujado y la forma como esa situación condicionará su comportamiento. El terror se encuentra escondido a simple vista en un auto destartalado, en la obsesión de un adolescente por repararlo y las atrocidades que este último puede cometer por venganza.
Cuando el horror convive con el día a día
Durante los primeros veinte minutos de La hora del vampiro (1979) dirigida por Tobe Hooper, no aparece ninguna criatura sedienta de sangre. En lugar de eso, la adaptación del libro El misterio de Salem’s Lot, dedica una buena cantidad de metraje a presentar al pueblo titular. Sus calles y avenidas, la tensión que enfrenta a los vecinos y los parajes que rodean el lugar.
La adaptación intenta demostrar que se trata de un poblado corriente, un enclave rural que no guarda diferencia con tantos otros. Tal vez eso, en el momento en el que el primer ataque ocurre, resulta tan inquietante y violento. De pronto, la sensación de la subversión de la normalidad es el principal elemento del argumento.
Algo que se acentúa a medida que la trama se hace más cruel. La gran parte de los no-muertos, son vecinos, amigos y parientes de los personajes principales. Una particularidad que le brinda un trasfondo espeluznante y casi filosófico a la versión cinematográfica. ¿Serías capaz de asesinar a los que aman y evitarles una vida eterna de tormentos?
El porvenir convertido en amenaza
En Zona muerta de David Cronenberg, el guion recurre a los temores colectivos de la década para plantear su escenario, una idea que toma directamente del texto original. En ambos relatos, Johnny (Christopher Walken) es capaz de ver el futuro. Lo que comienza como predicciones breves y sin importancia, se convierte en una visión del apocalipsis. La posibilidad de un presidente capaz de desencadenar una ofensiva nuclear que lleve a un cataclismo mundial, se hace una amenaza. A tal extremo, para que el personaje principal termine por sacrificar su vida en evitarlo.
En el libro Eso, la serie de acontecimientos que llevarán a enfrentar a un monstruo que se alimenta del miedo, comienzan por un suicidio. Stephen King describe a lo largo de veinte páginas el sufrimiento que le atormenta. Lo que se repite en la cinta dirigida por Andrés Muschietti. Aunque no se trata del mismo escenario, ambos se enfocan en la desolación de la pérdida que suscita la muerte. Algo que permite a sus obras que llegan al cine y televisión, explorar en la finitud de la vida y la naturaleza de los temores íntimos.
La inquietud más antigua llega al mundo literario
Para Stephen King, la muerte es un elemento recurrente en sus narraciones. No solo para infundir inquietud, sino a la vez, cuestionarse sobre cómo reacciona nuestra cultura a la pérdida y a la desolación. Cementerio de Animales, una de las novelas más populares del escritor, profundiza en la premisa sobre la pérdida de un ser querido como la puerta a lo sobrenatural. “¿Qué harías para traer de vuelta a los que amas?” se pregunta Jud Crandall, una de las figuras centrales de la trama.
Curiosamente, es la misma línea que se repite en las adaptaciones cinematográficas. La primera, estrenada en el año 1992, mostraba el fallecimiento de un niño como el detonante de una circunstancia catastrófica. Pero antes, al igual que en el material original, todo empieza por la muerte de la mascota familiar. Lo mismo ocurre en la del 2019. Una y otra, reflexionan sobre la concepción de un suceso sobrenatural que aumenta gradualmente en peligro y violencia. Eso, a partir de pequeñas escenas hogareñas que se hacen más brutales mientras que avanza la narración.
El Resplandor, tal vez la historia más personal de Stephen King, cuenta, en primer lugar, una tensa entrevista de trabajo. Jack Torrance, necesita conseguir un empleo que le permita retomar su labor como escritor y alejarse de la bebida, lo que, paradójicamente, le empujará hacia terrenos sobrenaturales. La celebrada interpretación de Stanley Kubrick también cuestiona, el apremio del personaje (interpretado por Jack Nicholson) por sobrellevar el fracaso, pero cuenta su progresiva caída en la locura. A pesar de las diferencias, en ambas, se trata del elemento que impulsa el horror. Jack es una víctima de su sufrimiento y lo que ocurrirá, será un espiral de maltrato doméstico convertido en algo tenebroso. Situaciones en apariencia comunes, que terminan por enlazar con lo paranormal.
Stephen King y el miedo cotidiano
En el prólogo de su libro El Umbral de la noche, el escritor, autor de varios de los grandes éxitos del cine de terror actual, resume, tal vez por accidente, el secreto de su éxito. “No hay que temer tanto a la oscuridad, como lo que se esconde en ella cuando no estamos mirando”. En otras palabras, lo que ocurre cuando la vida muestra sus espacios más oscuros y denigrantes.
Una particular premisa que lleva al miedo como parte de la vida cotidiana y su conexión con lo que se asume, es la realidad. El punto que hace perdurable sus narraciones.