El director Oz Perkins ha dedicado su corta pero interesante carrera en el cine a plantear la idea de la maldad desde ángulos novedosos. Primero, con la inclasificable Soy la bonita criatura que vive en esta casa (2016), en la que un cuento de terror se volvía un escenario irrespirable. Luego, con Gretel y Hansel (2020), en la que reconfiguró el cuento de hadas en una historia siniestra sobre el mal y la brujería. Lo cierto es que el realizador ha hecho mucho por elaborar un tipo de relato espeluznante que no sea fácil de comprender. Eso, mientras intenta diversos experimentos exitosos entre estética y narrativa. Pero es en Longlegs (2024) donde el director encuentra el punto más alto de su estilo.
A mitad de camino entre un procedimental que profundiza en la caza de un criminal y una perspectiva del horror con tintes sobrenaturales, la trama es cuidadosa al momento de plantear sus elementos. Lee Harker (Maika Monroe) es una agente del FBI que tiene un tipo de habilidad psíquica que no comprende ni controla del todo. Esto le llevará a convertirse en la candidata ideal para explorar un caso dado por imposible de resolver. Así es como debe afrontar al asesino Longlegs, cuya pista se pierde entre atrocidades espeluznantes y una habilidad asombrosa para escapar de cualquier método de investigación.
Longlegs
Longlegs es la combinación entre la historia de un asesino serial y el escenario del mal contemporáneo. Esto le permite a la película transitar por todo tipo de lugares novedosos para explorar la violencia, el miedo y la repulsión. Con una estética que apuesta a lo grotesco para sorprender, el guion es una colección de horrores bellamente filmados.
Para el primer tramo de la película, Perkins sigue los pasos de David Fincher y Jonathan Demme mostrando los horrores brutales que ha cometido Longlegs y los esfuerzo de la ley para detenerlo. Pero el director se aleja de ser exclusivamente gráfico para crear una atmósfera que se hace cada vez más oscura y tétrica. El asesino no es solo cruel. También es una mente maestra capaz de las peores atrocidades. Pero entre el aparente caos, hay una línea de eventos que conecta todos los asesinatos. Esto es, precisamente, lo que Harker descubre.
Un argumento sangriento y sorprendente
Inactivo durante años, Longlegs —interpretado por un irreconocible Nicolas Cage— se ha convertido en un misterio. Y a la vez, en una piedra de tranca para los agentes que llevaban su caso. De modo que cuando la recién llegada consigue entender el sentido del método y la violencia del criminal, todo alcanza un nuevo nivel. Lo que, por supuesto, no pasará desapercibido para el asesino, quien está más atento que nadie a las pesquisas que le rodean. A partir de allí es cuando Oz Perkins muestra su verdadera habilidad para convertir lo que parece una historia habitual sobre una persecución azarosa en algo más.
No solo transforma la atmósfera de la película en un horror malsano que impregna todas las escenas. También analiza su propia idea de qué es la maldad. Para el segundo tramo, Longlegs se hace una pesadilla llena de imágenes aterradoras que rara vez pueden verse en una cinta semejante. Para el director es tan importante atrapar el asesino como mostrar qué lo anima a violentar y matar. Por lo que las elaboradas escenas del crimen se transforman en un escenario a medio camino entre el horror visual y el psicológico. En ocasiones, la película es brutal y gráfica a niveles repugnantes, pero en otras instancias opta por recursos más sutiles.
Longlegs no solo es un criminal serial. A la vez, está tan alejado de cualquier rasgo de piedad, misericordia o humanidad que parece más cercano a una criatura sobrenatural que a un hombre. Pero el guion mantiene el equilibrio entre la posibilidad de descubrir qué es realmente Longlegs y la búsqueda policial que le rodea. De hecho, es ese misterio en entredicho lo que le permite a Nicolas Cage crear uno de los papeles más terroríficos de su carrera. Con movimientos deliberadamente lentos y la sensación de que el asesino apenas ha mostrado una parte de lo que es capaz, la cinta avanza hacia su tercer tramo entre escenas alucinantes y aterradoras.
El mal, como pocas veces se ha visto en el cine
Para sus últimas secuencias, la colisión entre Harker, el FBI y Longlegs es inevitable. Sin embargo, es más orgánica y mejor planteada que solo el natural giro final del largometraje. De hecho, Oz Perkins maneja la tensión de tal forma que la historia parece necesitar ese enfrentamiento en medio de horrores y sangre derramada. Mucho más, plantear que Longlegs, como criatura del mal, necesita comprender sus otros actos a través de terceros.
Con uno de los finales más brutales de los últimos años, Longlegs cierra sin la promesa de continuación o redención. De hecho, uno de los grandes logros de la cinta es tener muy claro que el horror que cuenta no puede ser explicado de inmediato.
Esto deja la decisión de meditar sobre lo que ha visto en poder de los espectadores. Repulsiva, grotesca y brillantemente filmada, la película es una pieza de arte retorcida que muy probablemente se convierta en cinta de culto instantáneo. Pero, más allá de eso, demuestra que el horror siempre puede reinventarse, y eso es lo mejor que deja a su paso.