En Llaman a la puerta de M. Night Shyamalan, queda claro de inmediato que alguien morirá. Además, que será un asesinato imperdonable por una causa mayor. Ambas cosas se mezclan, en una premisa brutal. Andrew (Jonathan Groff) y Eric (William Ragsdale) son un matrimonio que deberá tomar una decisión imposible. Uno de ellos tendrá que asesinar al otro o a su hija Wen (Kristen Cui) para evitar el fin del mundo. Al menos, es lo que asegura Leonard (Dave Bautista), Redmond (Rupert Grint), Ardiane (Abby Quinn) y Sabrina ( Nikki Amuka-Bird).
El grupo deja claro que no se trata de un crimen o un impulso homicida, sino una responsabilidad moral. La decisión está en manos de sus aterrorizadas víctimas. “No les asesinaremos” dice el personaje de Bautista. “Ustedes escogerán quien morirá”. Después, se limitan a esperar a que ocurra lo predicho. Ya sea un suceso abominable o lo que explican, será el apocalipsis.
Por supuesto, el argumento se basa en la fe, tan parecido a un acto religioso que el director no lo diferencia de uno. De hecho, el primer tramo de la película tiene mucho parecido con un acto ritual. El grupo, encabezado por Leonard, llega a pie a la cabaña y detalla, con minuciosa devoción, lo que habrá que pasar. Desde las “visiones” que anunciaron el final de la vida en el planeta, hasta el compromiso que les condujo hacia ahí. Cada uno viene de un lugar distinto de EEUU y también, de ejercer profesiones diferentes. Nadie podría imaginar que serían capaces de secuestrar a un trío de rehenes y conminarles a inmolarse por un mandato divino.
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Llaman a la puerta
Llaman a la puerta de M. Night Shyamalan tiene la connotación delirante de un culto siniestro. El director quiere mostrar el mal como un suceso físico y lo hace a través de los lugares. Muestra la cabaña, antes luminosa y pacífica, como un estrato oscuro. Un escenario de una rebelión contra lo razonable. Mientras los rehenes intentan explicar que jamás cometerán un acto de crueldad o de violencia, la cámara va y viene. Enfoca las puertas desde ángulos extraños, muestra la luz que apunta hacia los rincones polvorientos. De súbito, ya no es una casa: es casi un altar.
Un director que regresa a sus mejores películas
Muy cercana al tono y a la forma de los primeros films del director, Llaman a la puerta es un thriller bien construido y narrado de manera cuidadosa. Ideal para los que admiraron al director durante sus primeros años, la cinta regresa a la forma en que M. Night Shyamalan logró crear un sentido autoral en el terror. La mayoría de las secuencias son en una única habitación y entre conversaciones en voz baja. La atmósfera que produce el director está directamente emparentada con la percepción sobre la tensión de una forzosa tragedia.
A Shyamalan se le criticó en más de una ocasión, por haber perdido su capacidad para narrar lo terrorífico con la sutileza e inteligencia que demostró que su primer gran éxito, El sexto sentido. Pero en Llaman a la puerta, lo recupera y convierte al argumento en un experimento que se basa en mezclar ritmos y tonos. Mientras el primer tramo se apoya en el miedo, con un grupo de desconocidos dejando en claro un posible crimen, el segundo, lo hace en lo invisible. Un giro de argumento que hace a la cinta mejor de lo esperado y mucho más sólida de lo que podría indicar sus veinte primeros minutos. El realizador tiene la habilidad para, al final, hacer confluir ambas cosas en el mismo escenario y brindar a su obra, un cariz impredecible.
Llaman a la puerta es una buena película que a pesar de sus problemas y en esencia, su final en exceso abierto, logra concentrar su poder de creer. Tanto en el aspecto de la fe como esperanza, como en el rasgo del fanatismo. La sensación que un suceso violento ocurrirá, incluso aunque no haya otro indicio que la palabra de un desconocido, es apremiante. Lo que emparenta al film con Señales, en que una invasión extraterrestre se narra a través del temor de una familia. De la misma forma, su nueva premisa se aleja de lo obvio y apunta a un mensaje acerca de lo que podemos hacer por una causa mayor, que transmite, incluso a pesar de sus dificultades.
El horror en un acto de convicción
Pero, ¿qué motiva a sus personajes? Aunque Shyamalan pocas veces menciona a Dios y jamás se refiere a lo divino como causante de la catástrofe en puertas, pone énfasis en creer. El grupo de atacantes está convencido, sin dudas, que hace lo correcto. Cada uno, apesadumbrado por tener que llevar a cabo una misión ingrata. Pero no lo suficiente, como para detenerse o desviarse de ella. “Sabemos cómo se escucha todo esto” dice Sabrina. “Pero alguien morirá y será uno de vosotros”, añade.
Matar o morir es la posibilidad a los que se enfrenta los personajes. Tanto el grupo de secuestradores como sus rehenes. Sin embargo, M. Night Shyamalan, evita caer en el lugar común de identificar a villanos o héroes. Incluso, la idea de víctimas sometidas a un tipo de amenaza de la que no pueden escapar. Una y otra vez, la trama deja claro que se trata de un voto de profunda confianza en lo desconocido. Ya sea asesinar a un miembro de la familia para detener un cataclismo o morir juntos, por amor. Llaman a la puerta contempla al miedo y al dolor desde un mismo punto de vista.
Shyamalan utiliza las proporciones y escalas de muebles, tabiques y paredes, para dejar claro que el horror habita en ese sitio. También, que todos están unidos por un suceso sangriento. Un truco que recuerda a la atmósfera de la serie Servant de Apple TV+, también del director. Pero en esta ocasión, su perspectiva quiere enfrentar a la audiencia con un hecho espantoso, que no es otra cosa que un precio a pagar por la esperanza.
'Llaman a la puerta': la sangre que será derramada en medio del bosque
¿Cómo mezcla ambas cosas el argumento? A través de la urgencia de proteger de los padres y el instinto de supervivencia de cada personaje involucrado en el dilema. Gradualmente, el guion de Llaman a la puerta deja claro que lo que parece una idea disparatada, podría ser cierta. Un punto ambiguo que el realizador mantiene a través de los límites sofocantes de la cabaña titular.
Los rehenes están aislados del mundo puertas afuera y de pronto, la mera insinuación que son responsables de una hecatombe global, les resulta plausible. La interminable letanía de Leonard, su capacidad para dejar claro que la decisión depende de fuerzas ajenas a sí mismo, hace mella en Eric y Andrew. Al final, uno de ellos termina por convencerse de que la muerte podría ser una forma de mostrar amor. A tener la certeza cada vez más firme, que el destino del mundo se sostiene sobre sus hombros.
A partir de entonces, la cinta deja claro que la esperanza y la crueldad, pueden ser parte de la misma cosa. Una idea improbable que la historia de Llaman a la puerta logra sostener, al menos durante sus dolorosos primeros veinte minutos. No obstante, la disyuntiva que muestra la premisa no se trata solo de un cataclismo a gran escala. Es una tragedia en una familia que perderá, haga lo que haga, el elemento que la mantiene unida. Incluso, sin la sangre derramada, la confianza está rota. “Ya solo somos extraños” murmura Eric, cada vez más convencido de lo que, en apariencia, tiene que hacer.
Para su tramo final, el secuestro y la petición del grupo de “salvadores” que intentan evitar el destino de la humanidad, se convierten en el punto menos importante. Las posibilidades son pocas y el tiempo apremia. Matar o morir, porque la familia no sobrevivirá tampoco al desastre que se avecina. “Podrán decidir cómo entrar en las tinieblas” explica uno de los personajes.
El dolor convertido en una frontera hacia la oscuridad
M. Night Shyamalan de nuevo regresa a sus temas favoritos. Las razones por las cuales, alguien sería capaz de la bondad o la maldad absoluta. Al mismo tiempo, la percepción de un suceso sobrenatural, como un escenario en el que se desencadenan hechos más relevantes. La mayor parte del relato, logra sostener la perspectiva, pero para sus últimas secuencias, la trama decae hasta perder su solidez.
Como en otras tantas ocasiones, Shyamalan decepciona en sus conclusiones, pierde el pulso y se extravía en sus ambiciones. Pero Llaman a la puerta es mucho más que su conclusión ambigua. Es también, las preguntas que se hizo durante el recorrido y después, la agridulce sensación, que las tragedias grandes o pequeñas, provienen de lo invisible.
Se llame amor o predicción, el desastre avanza a través de lo que conferimos importancia y lo que sostiene nuestra forma de entender lo que consideramos valioso. Un inesperado mensaje en medio de un largometraje en que un asesinato es una forma de liberación.