Para todo los que vivimos en el año 2024, ya debería ser algo más que obvio que la fama y la fortuna no garantizan la felicidad. Es más, ha sido comprobado en incontables ocasiones que no hay nada que puedas conseguir (sea una meta, una cosa o una persona) que garantice tu felicidad a largo plazo. Por ejemplo, es normal asumir que las estrellas de Hollywood son las personas más felices del mundo. Hacer lo que aman los convirtió en millonarios y reciben la adoración de millones de personas. Sin embargo, cualquier persona sabe que muchísimos actores famosos sufren de depresión, son adictos a las drogas y/o han intentado suicidarse. Angelina Jolie, quien alguna vez fue la actriz más popular de Hollywood y por eso la mejor pagada, entra en el grupo de las personas cuyo contundente éxito no les concedió la felicidad.

Este es un fenómeno que no se limita a Hollywood, sino que parece aplicar a muchas personas admirables y que ostentan logros de sobra. Elon Musk, por ejemplo, admitió sufrir de depresión, y el caso más emblemático de todos es el de Anthony Bourdain. Un hombre que se hizo rico y famoso conduciendo un show en el que lo único que tenía que hacer era viajar por el mundo mientras probaba las comidas más sabrosas que cada lugar tenía para ofrecer. El estilo de vida soñado por millones de personas era su trabajo. Lamentablemente, Bourdain terminó con su propia vida cuando tenía 61 años.

Angelina Jolie ha sido por mucho tiempo una de las caras más reconocidas en todo el mundo. Cuenta con un Óscar, tres globos de oro y un premio Tony. Su matrimonio con Brad Pitt los convirtió a ambos en la pareja más famosa del planeta, probablemente superando incluso a los romances de la nobleza británica. Sin embargo, mucho antes de alcanzar tal nivel de fama, Jolie era una persona inestable, triste y hasta macabra, ya que el suicidio nunca estaba muy lejos de sus pensamientos.

Para tristeza de todos, la pareja comenzó procedimientos de divorcio en el año 2016.

Una infancia traumática

Los padres de Angelina Jolie se divorciaron cuando ella apenas tenía un año. Este acontecimiento marcaría su vida de manera indeleble. La separación fue producto de una infidelidad por parte de su padre, Jon Voight, quien un par de años después ganaría un Óscar como mejor actor por su interpretación en Coming Home. A pesar de haber debutado como actriz al lado de Voight en la película Lookin' to Get Out cuando apenas tenía siete años, Angelina nunca perdonaría a su padre por haberla abandonado. Resentiría el hecho de que, mientras él consolidaba su carrera ganando un Óscar, su madre, Marcheline Bertrand, había abandonado sus sueños para criarlos a ella y a su hermano. Luego diría que el sacrificio de su madre sería su principal inspiración para convertirse en actriz.

A los once años se inscribió en el Instituto de teatro Lee Strasberg, en el que entrenaría como actriz durante dos años, trabajando en varias producciones en el proceso. En su secundaria de Beverly Hills, Angelina Jolie experimentó muchísimo acoso escolar. Principalmente, porque su familia tenía menos dinero que las de sus compañeros, pero también por ser extremadamente delgada y por usar lentes y frenillos. Tanto fue así que optó por transferirse a una escuela alternativa donde desarrolló su fase punk. Desde que tenía catorce años siempre se vestía de negro, se automutilaba junto con su novio (quien se mudó con la familia de Jolie), se la pasaba en conciertos de música extrema y soñaba con convertirse en directora de una funeraria, tomando cursos para aprender a embalsamar.

Solo era cuestión de tiempo para que Jolie comenzara a usar drogas. Afirma que, cuando tenía veinte años, ya había probado todas las drogas que existen, prefiriendo la heroína sobre las demás. Poco antes de eso, cuando tenía diecinueve años, su carrera estaba despegando mientras Jolie se encontraba en una habitación de hotel en Nueva York, haciendo preparativos para quitarse la vida. Ya había escrito una nota indicando que llamaran a la policía, pegándola en la puerta para que así las señoras de la limpieza no tuvieran que encontrar su cuerpo.

Tenía dos opciones, cortarse las muñecas con un cuchillo o tomarse una caja entera de pastillas para dormir. Sin embargo, preocupada de que no contaba con suficientes pastillas, pensó en pedirle a su madre que le enviara más, pero se detuvo porque no quería que ella se sintiera culpable. Al final se decidió por esperar, diciéndose que de todas maneras podía suicidarse cualquier otro día.

La relación entre Angelina Jolie y su padre nunca ha sido cordial.

Un trágico intento de suicidio

Tres años después de ese peligroso día, la idea de suicidarse volvía a aparecer en la mente de Angelina Jolie. En ese momento de su vida había decidido abandonar la actuación, no estaba teniendo tanto éxito como le gustaría y por eso comenzó a pensar que quizás tenía que encontrar otra vocación. Se encontraba estudiando en una universidad de Nueva York. Se sentía sola, ya no tenía amigos cercanos y todas las cosas que le encantaban sobre la ciudad habían perdido su encanto. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la culpa que sus familiares iban a sentir si se quitaba la vida.

Así se le ocurrió una idea “brillante”, contrataría a un sicario para que la asesinara, consiguiendo quitarse la vida mientras garantizaba que nadie se sintiera culpable. No fue nada difícil conseguir a alguien dispuesto a matarla por dinero. Se reunió con el amigo de un amigo para concretar el trato. No se trataba de una decisión impulsiva, ya que anticipando que el “trabajo” le costaría decenas de miles de dólares, tenía que retirar el dinero del banco poco a poco, para que así nadie se diera cuenta de que ella había ordenado su propio asesinato.

Afortunadamente, Hollywood no perdió una estrella ese día.

Ya con los fondos a la mano, le explicó al sujeto lo que quería y por qué necesitaba su ayuda. El sicario desconocido le propuso un trato, le pidió que lo pensara bien durante un mes, si todavía quería hacerlo luego de ese lapso, pues aceptaría la misión. Angelina Jolie cuenta que, un mes más tarde, su vida había cambiado en muchos aspectos, su deseo por morir se había desvanecido. Vivir en cuenta regresiva hizo que apreciara mucho más a su familia, además de proveerle perspectiva para llegar a la conclusión de que sus dificultades no eran tan irresolubles como parecían.

Su vida no fue color de rosa desde entonces, un par de años más tarde sufrió un colapso nervioso, por lo que tuvo que ser internada en un psiquiátrico. Estaba convencida de que su relación con Billy Bob Thornton había terminado y no lo podía aceptar. Sin embargo, la consideración de un sicario le salvó la vida una vez, enterrando para siempre el deseo de renunciar voluntariamente a ella.