Actualmente, existe muchísimo cinismo con lo que respecta a la guerra. Muchos revisionistas históricos quieren hacernos pensar que cada conflicto bélico es un ejercicio absurdo, siempre motivado exclusivamente por la codicia y el deseo de someter a otros. Por consiguiente, los soldados pasan a ser vistos como herramientas inconscientes de los poderosos, solo merecedores de censura y recriminación, no de respeto. Los que piensan así ignoran a los soldados honorables como Roy Benavidez.
Nacido el 5 de agosto de 1935, el primer recuerdo de Roy Benavidez fue asistir al funeral de su padre cuando solo tenía tres años. Dos años más tarde, la tuberculosis también reclamaría la vida de su madre. El día del funeral, el padrastro de Roy le informa que él y su hermano tendrán que irse a vivir a otro sitio, su tío paterno cuidaría de ellos a partir de ahora. Desde tan corta edad, Benavidez tuvo que conseguir un empleo, en realidad unos cuantos, lustrando zapatos, recogiendo cosechas y ayudando en una tienda de neumáticos. A los catorce años tuvo que dejar la escuela para concentrarse en trabajar.
En su tiempo libre esperaba fuera del cine a que los espectadores salieran para pelearse por las pocas monedas que les solían lanzar a los niños pobres. Lo que más quería ver eran los noticiarios que reportaban la Segunda Guerra Mundial, los paracaidistas le fascinaban. Por eso fue que a los diecisiete años, cuando las tropas estadounidenses se encontraban luchando en Corea, Roy Benavidez decidió enlistarse en la Guardia Nacional de Texas, siguiendo los pasos de su ídolo Audie Murphy, el soldado más condecorado en la historia de los Estados Unidos.
Primer roce con la muerte
Resulta que convertirse en paracaidista para el ejército no era un trabajo fácil. Al principio la solicitud de Roy Benavidez fue ignorada por sus superiores. Es enviado a Corea para patrullar la zona desmilitarizada y luego a estudiar para convertirse en un policía militar. Un nombre elegante para su verdadera labor, servir de chofer para oficiales de alto rango. En 1959, luego de siete años en el ejército, su contrato estaba por terminar. Roy se debatía si debería volverse enlistar, hasta que un encuentro azaroso con un general le garantizó un lugar en la escuela para paracaidistas. Su sueño estaba un paso más cerca. Ese mismo año se casaría con su amor de juventud, Hilaria Coy.
Roy Benavidez pasa varios años estudiando para convertirse en miembro de las fuerzas especiales, coloquialmente conocidas como las "boinas verdes". Logra calificarse y en 1965, cuando tenía treinta años, es enviado a Vietnam como consultor. Le tocaría entrenar a los soldados de Vietnam del Sur. En el proceso, durante una misión de exploración, tendría su primer roce con la muerte al pisar una mina. Los médicos no podían explicarse cómo había sobrevivido. Llegaron a la conclusión de que la mina estaba defectuosa, por lo cual no se fragmentó por completo, sino que salió disparada contra los glúteos de Roy, quebrando su espalda y así haciendo temblar su cerebro de manera tan violenta que temían que perdiera la memoria. Cuando despertó, parecía que Benavidez no podía recordar quién era.
Durante múltiples semanas, su esposa se sentó a su lado contándole historias y mostrándole fotos, esforzándose por traerlo de vuelta a la realidad. Hasta que por fin vuelve en sí de un momento a otro, pero sin recuerdos del accidente. Al recuperar la consciencia, los doctores deben darle la triste noticia de que nunca podrá caminar otra vez, su carrera militar se ha terminado. Roy no lo interpreta como una noticia terrible, sino como una simple opinión. Estaba determinado a volver a caminar para poder regresar al combate, costara lo que costara.
Desde entonces, contra el consejo de sus médicos y a escondidas de las enfermeras, cada día se arrastra fuera de su cama, apoyándose contra la pared hasta lograr levantarse y mantener la espalda recta. El dolor que esto le provoca en la cadera, espalda y piernas era insoportable, pero pensó que si podía sentir dolor, solo era cuestión de tiempo para que sus articulaciones se acostumbraran a soportar su peso otra vez.
Esta odisea del dolor dura unos cinco meses, hasta que un doctor lo visita para darle de baja. Roy le ruega para que no lo expulse del ejército, a lo que el doctor contesta que incluso con toda la terapia física del mundo, el mejor escenario sería que lograra levantarse solo, pero caminar de nuevo sería imposible. En ese momento, Roy Benavidez se levanta de la cama de un salto y se para frente al hombre. Nunca había sentido tanto dolor en toda su vida, pero el médico estaba anonadado. Luego de presenciar esa hazaña, dice: "Benavidez, si puedes salir caminando de esta habitación, romperé los documentos de tu expulsión". Roy salió caminando.
Roy Benavidez resucita
Al volver al ejército se le asigna un trabajo de oficina, pero la increíble fuerza de voluntad de Roy seguía intacta. Día tras día salía a caminar, luego a trotar, hasta el punto en que puede correr 16 km y hacer quinientas flexiones cada día. Al poco tiempo incluso volvió a entrenar sus habilidades de paracaidismo, realizando tres saltos en un mismo día. Su insuperable determinación hizo posible este milagro. Con el tiempo estaría listo para volver al combate, solo para atravesar un infierno como ningún otro.
Luego de demostrar su poderosa fuerza de voluntad y su deseo de seguir luchando para el ejército cueste lo que cueste, Roy Benavidez fue asignado a una unidad élite de operaciones especiales. Su misión sería viajar a Camboya para cortarles el camino a los comunistas de Vietnam del Norte que buscaban entregar suministros a sus guerrillas en el Sur. Al poco tiempo de llegar ahí se presenta una emergencia, un equipo de soldados es emboscado por cientos de tropas comunistas, Roy debe liderar la misión de rescate. Inmediatamente, se sube a un helicóptero y se dirige a donde sus compañeros acorralados. Ya en el aire se da cuenta de que cometió un gran error, debido al estado de emergencia olvidó buscar su metralleta, solo carga un cuchillo consigo.
Al bajarse del helicóptero, Roy recibe un disparo en su pierna izquierda pero sigue avanzando hacia el grupo de soldados. En el camino recibe otro disparo más, pero la bala es detenida por su casco. Cuando por fin hace contacto con sus camaradas, todos están en muy mal estado, heridos y con pocas municiones. Nuestro héroe se hace con una AK-47 de un soldado muerto y comienza a administrarle morfina a los soldados que la necesitan. Busca construir una posición defensiva, por lo que arrastra a los heridos y aglomera a los demás en un pequeño montón de tierra. Utiliza la radio para ordenar una evacuación y así varios helicópteros llegan para apoyarlos. Benavidez se asegura que cada uno de sus hombres esté a salvo, ayudándolos a subir a los vehículos mientras dispara hacia los árboles. Pero todavía no puede irse, quedan hombres atrapados a los que no ha podido llegar.
El último hombre herido se encuentra bastante lejos de todos los demás y es el que estaba cargando con información clasificada, códigos de radio, entre otros secretos, por lo que resulta esencial ubicarlo y hacerse con los documentos. Bajo denso fuego, Roy corre hacia ese soldado y lo encuentra muerto. Le quita los documentos y comienza a arrastrar su cuerpo hacia el helicóptero hasta que siente un balazo en la espalda. Benavidez deja el cadáver atrás y sale corriendo hacia el vehículo, solo para ver cómo el piloto recibe un disparo y la nave se desploma contra el suelo. Sin un segundo que perder, nuestro héroe arrastra a los sobrevivientes lejos del inservible helicóptero, en busca de un lugar en donde resguardarse.
Aviones estadounidenses comienzan a bombardear el área de donde provienen los disparos, pero pareciera que sin importar cuantas bombas lanzaran, los vietnamitas seguían disparando. En ese momento se dieron cuenta por qué, no era que los comunistas les estaban disparando detrás de los árboles, sino que había un bunker camuflado por toda esa vegetación. Se habían encontrado con una base militar escondida, operada por miles de soldados. Solo les quedaba huir. Cuando por fin llega un helicóptero, Benavidez se dedica a ayudar a sus hombres a montarse, la mayoría demasiado débiles para hacerlo.
Uno de los soldados vietnamitas se acerca a Roy y lo golpea con fuerza en la cabeza con su rifle. Al caer lo golpea de nuevo, esta vez en la mandíbula. Luego intenta matarlo con su bayoneta, pero solo le raspa el brazo. El estadounidense saca su cuchillo pero falla al tratar de apuñalarlo, en vez de eso su enemigo lo apuñala en el estómago y luego, de alguna manera, Benavidez se las arregla para apuñalar al hombre varias veces, matándolo. Pero se ve obligado a sostener su abdomen para que no se le salgan sus intestinos. A pesar de todo eso Roy todavía no entra el helicóptero, sino que carga en sus hombros a uno de sus hombres hacia la seguridad. Mientras sigue disparando hacia atrás. En seis horas de combate, Roy Benavidez recibió 37 heridas de gravedad.
Al volver a la base, los doctores dieron a Roy Benavidez por muerto. Durante el caótico escape, Roy había subido cadáveres de vietnamitas al helicóptero en un intento por asegurarse de no dejar atrás a nadie. Ya que su tono de piel era similar al de estos, los médicos suponían que era uno de ellos. Mientras lo estaban metiendo en una bolsa para cadáveres, uno de sus amigos lo reconoció y les pidió que comprobaran si en realidad estaba muerto. Luego de una discusión uno de los doctores abre la cremallera de la bolsa, solo para recibir un escupitajo en la cara, Roy había resucitado.
A pesar de su resurrección, nadie pensaba que Roy Benavidez lograría sobrevivir a sus heridas, pero volvió a sorprender a todo el mundo, recuperándose y rehusandose a dejar el ejército, sirviendo por diez años más. Su Medalla de honor tardó mucho en llegar, ya que el gobierno debía pretender que sus incursiones militares en un país neutral como Camboya jamás sucedieron. Más de una década después de su hazaña, el Presidente Ronald Reagan honró a Roy con la condecoración más prestigiosa que existe. Murió el 29 de noviembre de 1998, tenía 63 años.