La Medalla de honor es la condecoración más prestigiosa a la que un soldado estadounidense puede aspirar. El reconocimiento está reservado para aquellos que se han destacado al arriesgar sus vidas en circunstancias extremas, más allá de las exigencias normales del deber. No solo se necesita valentía, sino que la habilidad también es crucial a la hora de arriesgar tu vida para salvar a otros. Dan Daly cumplió con estos criterios no una, ni dos, sino tres veces, en el trascurso de tres guerras, cada una en un continente diferente. Tuvieron que limitar el número de las medallas de honor que se podían recibir a solo una por persona, ya que Daly amenazaba con bajarle el prestigio al premio debido a su excesiva valentía.
Los ganadores de la Medalla de honor suelen ser soldados que no tuvieron que ser reclutados a la fuerza, sino que siempre han soñado con entrar al ejército. Ese fue el caso de Dan Daly, quien desarrolló un intenso interés por la guerra a través de trabajar como repartidor de periódicos durante varios años. Nacido en 1873, en ese entonces a muy pocas personas les importaba qué era lo que estaba pasando en otras partes del mundo. Mientras tanto, Daly leía la prensa cada día, fascinado por todos los acontecimientos importantes que ocupaban esas páginas. Practicando boxeo en su tiempo libre, soñaba con algún día enlistarse en el ejército.
A través de los periódicos que vendía, Daly le seguía el paso a las hazañas del futuro presidente Theodore Roosevelt, quien a sus 40 años renunció a su puesto como secretario de la marina para formar un regimiento de caballería y viajar a Cuba para combatir a los españoles. Tal hazaña le serviría de inspiración para enlistarse en los Marines a los 26 años de edad, con la esperanza de también poder luchar en la Guerra hispano-estadounidense.
Primera Medalla de Honor
Dan Daly no tenía manera de saber que, para el momento en que se enlistó en los Marines, la guerra de la que quería formar parte ya había terminado. Iba camino al campo de entrenamiento cuando eso ocurrió. Al enterarse no se lamentó mucho, porque supuso que solo sería cuestión de tiempo para que su país se involucrara en algún otro conflicto en el que pudiera alcanzar la gloria. Tenía razón.
Daly se encontraba a bordo del USS Newark cuando, en el año 1900, la embarcación llegó a la capital de China para ayudar a extinguir la Rebelión de los boxers. En ese momento, muchos chinos estaban insatisfechos por la manera en que los extranjeros estaban influenciando su nación. Cada nación poderosa estaba haciendo todo lo posible por llevarse un pedazo de China, lo que querían los nativos no importaba en lo absoluto.
Los Boxers (apodados así porque practicaban kung-fu, en ese entonces conocido como “boxeo chino”) era una sociedad secreta cuyos miembros se reunían para practicar artes marciales. Descontentos con el dominio que los extranjeros estaban ejerciendo sobre su sociedad, estos muchachos comenzaron a repartir palizas a cualquier diplomático, hombre de negocios o misionero que se encontraran. El trabajo de Dan Daly y los demás Marines era llegar a la capital de China y ordenar el caos que se había desatado.
Lo primero que hicieron fue tomar control de la zona en donde se encontraban las misiones extranjeras, protegiendo así a los blancos de los boxers. Se suponía que los refuerzos estaban en camino, ya que temían un ataque nocturno, pero las horas pasaban y nadie llegaba. Temiendo que los demás Marines habían perdido el rumbo y que estuvieran en riesgo de ser emboscados, los compañeros de Dan Daly deciden salir a buscarlos. Por alguna misteriosa razón, lo dejan montando guardia totalmente solo, aunque acompañado de su metralleta y un rifle. Unas cuantas horas después, cientos de boxers aparecen para atacar a los extranjeros que Daly debe proteger. Algunos cargan mosquetes, pero la mayoría solo cuenta con armas tradicionales como espadas, lanzas o nunchakus. Un soldado estadounidense de veintiséis años enfrentado a doscientos artistas marciales.
Detalle importante: los miembros de la Sociedad de los puños virtuosos y armoniosos (el nombre oficial de los boxers) creían que su arduo entrenamiento de artes marciales los había hecho invulnerables a las balas. Ese día aprenderían que aquello no era cierto. Daly enfrentó horda tras horda de luchadores que se abalanzaban sobre él desde todas direcciones, disparando su ametralladora frenéticamente para mantenerse con vida. Mientras tanto, sus compañeros se reunieron con los refuerzos, pero temiendo atravesar las calles de la ciudad de noche se quedaron donde estaban, escuchando a lo lejos cómo Dan hacía lo posible para sobrevivir, alternando entre su ametralladora y su rifle. Sus camaradas admiraban su valentía, pero suponían que tarde o temprano sus enemigos lo alcanzarían.
A la mañana siguiente se dirigen a la zona diplomática, esperando recuperar el cuerpo de Dan Daly y suponiendo que los extranjeros que se escondían allí habían sido masacrados. No podían creerlo cuando encontraron al soldado Daly fumando su pipa justo donde lo habían dejado, cadáveres de los boxers cubrían todo el lugar. Tal improbable heroísmo le garantizó su primera Medalla de Honor.
Segunda Medalla de Honor
15 años más tarde, los Marines recibieron la orden de invadir Haití. El presidente había ordenado la ejecución de 167 prisioneros políticos, incluido el ex-presidente Zamor. Esto llevó a la población enfurecida a rebelarse, resultando en la instalación de Rosalvo Bobo como presidente, quien era abiertamente anti-Estados Unidos. Considerando que esto ponía en peligro los intereses económicos de su país, Woodrow Wilson ordenó al ejército tomar control de la isla. Ya para ese momento un veterano muy respetado, Dan Daly se convirtió en uno de los líderes de la operación.
Ya en la isla, mientras cruzaba un puente durante una misión de exploración, acompañado por los cuarenta Marines bajo sus órdenes, de repente se vieron rodeados por cuatrocientos rebeldes. Durante el ataque, mataron al caballo que cargaba con la ametralladora, su cadáver hundiéndose en el río. Ante esta dificultad, sabiendo que les sería imposible defenderse al contar con ese recurso, Dan Daly saltó al agua bajo fuego enemigo, pasando horas revisando el fondo del río, hasta que por fin encontró al animal con el arma amarrada a su espalda. Daly se las arregló para arrastrar los 91 kilos que pesaba la ametralladora hacia la superficie. A la mañana siguiente tuvieron éxito en repeler a sus atacantes, su heroísmo había sido clave para esa victoria.
Esta no sería la última vez en la que Dan Daly sería recomendado para recibir la Medalla de Honor. Comandaría tropas en la Primera Guerra Mundial, volviendo a destacar por su coraje y determinación. Sería responsable por lograr la primera victoria de los Estados Unidos en esa guerra. Pero para el final del conflicto tuvieron que imponer límites al número de medallas de honor que un individuo podía ganar, desde entonces solo una por persona. Sabían qué sujetos como Daly disminuirían el prestigio de la condecoración a través de su excesiva valentía y habilidad.