El heroísmo puede tomar muchas formas. En tiempos de guerra, suele involucrar sacrificar tu vida para salvar la de otra persona, por eso la gran mayoría de héroes de guerra mueren en el trascurso de su hazaña. Por supuesto que los que se convierten en héroes y viven para contar la historia se vuelven figuras legendarias. Cuando contaba con apenas 22 años, el portugués Aníbal Milhais entraría en esta privilegiada categoría.

La Primera Guerra Mundial sería el conflicto que cambiaría para siempre cómo las naciones luchan entre si. Mientras que la batalla más épica que comandó el legendario Napoleón, la Batalla de Austerlitz, duró nueve horas y resultó en 24.000 soldados muertos o heridos, la Batalla de Verdún, librada en 1916, duró diez meses y cobró las vidas de 300.000 soldados, a los que hay que sumarles 400.000 heridos.

El mundo no estaba preparado para una carnicería de esa magnitud. Existían muchas teorías sobre qué tan destructivas resultarían las novedosas piezas de artillería, las cuales no habían sido utilizadas en masa previo a la Primera Guerra Mundial. Nadie imaginó los infernales horrores que se desatarían en Europa, en medio de todo eso se encontraba Aníbal Milhais.

La guerra de trincheras resultó ser una completa carnicería.

Aníbal Milhais en las trincheras

El nueve de abril de 1918, Aníbal Milhais se encontraba luchando en la Batalla de Lys. Los alemanes buscaban empujar a los ejércitos enemigos fuera del camino hacia el Canal de la Mancha, para así cortar la línea de suministros de los ingleses y franceses, la cual dependía de los puertos de Calais, Dunkerque y Boulogne-sur-Mer. Como se acostumbraba en la Primera Guerra Mundial, el ataque comenzaría con olas de artillería pesada que martillarían las defensas del contrario, abriéndole paso a la infantería.

Aníbal Milhais y sus camaradas portugueses tenían la tarea de repeler al fiero ejército alemán. Se encontraban en la miserable posición de pasar varios días soportando los terribles estruendos de las bombas (que parecían ser infinitas), a la espera de la llegada del enemigo. Aníbal estaba en la segunda trinchera, lo que significa que había otra trinchera aliada entre él y Tierra de nadie. Por fin las bombas dejaron de caer. Una pausa en el bombardeo solo podía significar una cosa, se aproximan tropas. Rápidamente, los soldados ubicados en la primera trinchera comienzan a dispararle a un enemigo que Milhais y sus hombres todavía no pueden ver. El campo de batalla se encontraba cubierto de una espesa niebla.

Armado con una ametralladora Lewis, Milhais apuntó su arma hacia la primera trinchera, preparado para repeler a los invasores. Cuando la niebla por fin se disipa, revela a decenas de soldados portugueses huyendo del campo de batalla para refugiarse en la primera trinchera. No les sirve de mucho, ya que los alemanes también saltan dentro de ella en persecución. Aníbal solo alcanza a ver los cascos de los combatientes mientras estos luchan a muerte. Poco a poco, los cascos portugueses que puede ver van desapareciendo, los cascos alemanes son los únicos que permanecen a la vista. La situación es un desastre.

Las ametralladoras fueron piezas claves de los ejércitos tanto de la Primera como de la Segunda Guerra Mundial.

Ahora se trata de cientos de alemanes aproximándose a la trinchera ocupada por Aníbal Milhais y sus camaradas. Es atemorizante pero elimina toda incertidumbre. Así que Aníbal comienza a disparar por doquier. Decenas de alemanes caen muertos mientras otros se ponen a cubierto. Al menos por ahora el avance se ha detenido. Su participación se vuelve cada vez más importante, ya que sus compañeros están cayendo muertos a su alrededor. Llega el momento en que los alemanes controlan por completo la primera trinchera y vienen muchos más en camino. Los portugueses comienzan a huir despavoridos ante el avance alemán. Milhais se queda atrás cubriendo la retirada hasta que los alemanes invaden su propia trinchera, forzándolo a huir también.

Mientras que los demás soldados ya estaban listos para rendirse, Aníbal Milhais toma una posición ventajosa al lado del camino y reanuda el contraataque usando su ametralladora Lewis. Así logra arrasar con decenas de alemanes sin ayuda, gritándole a sus compañeros que sigan retirándose, él los tiene cubiertos. De nuevo lograr detener por completo el avance del enemigo por sí solo. Cuando por fin se le acaban las municiones, luego de haber liquidado a incontables soldados, Aníbal encuentra una enorme tela al lado de un caballo muerto, debajo de la cual se esconde. Desde su escondite puede escuchar como cientas de tropas le pasan corriendo por al lado en persecución de sus amigos.

Tras las líneas enemigas

La dura realidad dentro de una trinchera.

Cuando todos los soldados alemanes habían pasado de largo, Aníbal Milhais se encontraba completamente solo, sin municiones y atrapado en territorio enemigo. Se ve forzado a moverse con cautela en busca de sus aliados. Encuentra un bosque dentro del cual resguardarse. Al apenas sentarse apoyando su espalda en un árbol, el cansancio lo tumba. A la mañana siguiente, se encuentra con un soldado escocés herido y por eso atascado en una zona pantanosa. Aníbal se aproxima al hombre, arrastrándolo fuera del pantano para continuar caminando hacia un lugar seguro.

Contra todo pronóstico logran deslizarse a través de las líneas alemanas, reuniéndose con sus tropas luego de un par de días de caminata. Por sus acciones heroicas, Aníbal Milhais recibiría el honor militar más alto de Portugal, la Orden de la torre y de la espada, como también la Legión de Honor francesa. Al presentarle las condecoraciones, su superior afirmó que Milhais valía lo mismo que millones de soldados. Se convertiría en el soldado portugués más condecorado de la historia. En el 2018 se estrenó una película titulada Soldado Milhões que ilustra sus hazañas más importantes.