Hace dos años, The Batman de Matt Reeves presentó a una versión joven y siniestra del Cruzado de la capa de Gotham. Para la ocasión, el argumento también exploró en el mal desde un punto de vista urbano y realista, que brindó nuevos matices tanto al antihéroe como a sus enemigos. En especial, El Pingüino (Colin Farrell) demostró que el mundo del crimen de la ciudad, tenía una dimensión más violenta y frontal. Y aunque apenas apareció por unos minutos, el personaje sorprendió por su violencia y singular ambigüedad. 

Mucho de esa visión sobre el personaje está en El Pingüino de HBO. La serie limitada, que se ubica cronológicamente dos semanas después de lo que cuenta The Batman, comienza por la oscuridad. Pero no con la sencillez de recrear los destrozos ocasionados por la violencia de El Acertijo (Paul Dano). En lugar de eso, toma la brillante decisión de asumir que la destrucción dejó a su paso un nuevo orden que debe encontrar su lugar. Gotham no es un sitio sencillo y la ausencia de cabecillas criminales, sacude sus antros subterráneos y exige una reestructuración del poder. 

Es entonces que Lauren LeFranc, conecta lo que ya se narró con el desorden caótico que debe enfrentar tanto criminales como policías. Sin embargo, la serie evita ser una historia de origen y tiene poco, del brillo comiquero y la oscuridad estilizada de Matt Reeves. En vez de eso, El Pingüino es una retorcida analogía sobre el mal en busca de un nuevo rostro. Todo, mientras las piezas que destrozó El Acertijo caen desordenadas a través de varios aspirantes a líder del crimen en la ciudad.

El Pingüino

El Pingüino’ convierte a Gotham en un territorio de disputa entre villanos. Pero el guion evita caer en clichés y dedica tiempo, a mostrar que la ferocidad de los criminales de la ciudad, es un matiz del mal urbano y callejero mostrado en ‘The Batman’ de Matt Reeves. Entre todo, Colin Farrell convierte al personaje tradicional de DC en una presencia imponente y salvaje, el punto más fuerte de la serie.

Puntuación: 4.5 de 5.

Un nuevo orden surge del caos

Con Gotham en una emergencia que difícilmente puede solventar de inmediato y Carmine Falcone (John Turturro) muerto, la oleada de violencia se extiende hacia los más pobres. Por lo que la primera jugada de Oz, es tratar demostrar que no hay nadie mejor que él para ejercer control. El guion es brillante al plantear que el personaje de Colin Farrell es violento y salvaje. Y que, de hecho, su plan de acción se basa más en reaccionar directamente al vacío de poder que ofrecer algo a cambio. Alejándose de cualquier idea de un plan estratégico, Oz es una presencia enorme, pendenciera y cruel. 

Pero el argumento le humaniza lo suficiente, como para que no sea solo eso. Si algo resulta interesante en El Pinguino, es que su protagonista está lleno de defectos y unas pocas virtudes. En medio de todo, está su desmesurada codicia y su instinto de hombre criado en la calle, que sabe — o cree saber — que conoce mejor que nadie lo que ocurre entre la pobreza y la precariedad. Y la producción logra ese pequeño matiz, gracias a Victor Aguilar (Rhenzy Feliz), un joven en medio de la desgracia urbana al que toma bajo su protección.

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No obstante, El Pingüino evita con cuidado cualquier cliché, por lo que esta no es la relación entre mentor o pupilo. Antes que eso, es un análisis, a través de ambos, sobre la pobreza, la violencia y el deterioro moral de Gotham. El argumento es muy hábil al narrar a esta ciudad a pedazos, llena de hambrientos y desempleados, que ven al crimen como una opción más rápida y eficaz que el mundo legal. Algo que logra que la serie sea un estudio de un territorio al margen de la justicia, que no es dramático o sermoneador. 

Una guerra entre villanos

Al otro lado de la lucha por el control de Gotham, se encuentra los Falcone, descabezados violentamente por la muerte de su líder. El Pingüino establece la idea que incluso el mal, tiene sus graduaciones y que en Gotham, una opción es peor que otra. Lo que pone en la mira a Sofia Falcone (Cristin Milioti), que no puede evitar ver a Oz como parte de su servidumbre y que plantea, de entrada, que nadie en la familia se toma demasiado en serio las ambiciones del antiguo chofer. 

Parte de la efectividad de la serie, reside en asumir que Oz es menospreciado justo por haber sido, antes, parte del personal operativo de los Falcone. También por su aspecto físico, pobreza y su aparente torpeza. Este pequeño gran detalle permite que la serie se tome tiempo en profundizar a Oz y hacerlo falible, pero también brutal. Nada en su comportamiento está fuera de una explicación y aunque la serie no justifica el mal, sí ahonda en su origen. 

En conjunto, El Pingüino es una brillante pieza de suspense que convierte a Gotham en escenario para la llegada de su nuevo hombre fuerte. Conectada inevitablemente con The Batman — en esencia y tono — la serie es, además, una elegante visión acerca de la oscuridad de los hombres. Lo que la convierte, quizás, en una de las mejores series del año y en una interesante adición al universo DC, que recién comienza a recuperarse.