En la película de David Cronenberg, Crímenes del futuro, que se estrena el 23 de septiembre, la cámara se acerca con una curiosidad malsana a cuerpos deformados. En el mejor de los casos, a cuestiones biológicas inexplicables. Se trata de una exploración explícita, y la mayoría de las veces cruel, de lo sangriento y directamente repugnante. Pero, con todo, hay una elegancia cercana al arte refinado en el desfile de horrores que el director muestra en un sobrio claroscuro

Saul Tenser (Viggo Mortensen) y Caprice (Léa Seydoux), son dos artistas que viven y trabajan juntos. Pero lo que sugiere un vínculo emocional —inexistentes en la película, a excepción del de ambos— se transforma con lentitud en algo más grotesco.

El director de Crímenes del futuro se toma una peculiar libertad para especular sobre la moral, el tiempo, el dolor y la búsqueda de objetivos individuales en medio del caos. En su película no hay orden, pero sí una búsqueda de poder. Todo, mientras sus personajes luchan contra un tipo de circunstancia que les supera y que, al principio, resulta inexplicable. 

Crímenes del futuro

Crímenes del futuro, que se mueve entre el horror corporal y una versión sobre la distopía cercana a lo perverso, desconcierta. Sin embargo construye un espacio para la reflexión sobre lo orgánico como forma de expresión de la identidad humana. También acerca del miedo como un interrogante específico. ¿Puede ser el cuerpo vehículo de horror y belleza? No es una disyuntiva sencilla y Cronenberg renuncia a su habitual desfile de monstruos grotescos para responderla. En realidad, construye un espacio en que necesita contar una historia que podría ser, una hipótesis de los extremos tenebrosos del arte. ¿Puede la carne viva, que palpita y produce directa repulsión, convertirse en símbolo de belleza?

Puntuación: 4.5 de 5.

Lo monstruoso, lo bello, lo artístico en Crímenes del futuro

Saul padece un rarísimo síndrome que le permite engendrar, en el sentido más literal del término, apéndices corporales sin aparente utilidad. Eso permite a la estoica Caprice, no solamente analizar lo que ocurre con el cuerpo del hombre, sino, además, en cierta medida, experimentar. Poco a poco, la aberración clínica se convierte en una forma de arte. En un duelo de dolor y placer que se conecta con lo que tanto ella como Saul comprenden como amor. 

Crímenes del futuro, que se mueve entre el horror corporal y una versión sobre la distopía cercana a lo perverso, desconcierta. Pero, a la vez, construye un espacio para la reflexión sobre lo orgánico como forma de expresión de la identidad humana. Al otro extremo, acerca del miedo como un interrogante específico. ¿Puede ser el cuerpo vehículo de horror y belleza?

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No es una disyuntiva sencilla y Cronenberg renuncia a su habitual desfile de monstruos grotescos para responderla. En realidad, construye un espacio en que necesita contar una historia que podría ser, una hipótesis de los extremos tenebrosos del arte. ¿Puede la carne viva, que palpita y produce directa repulsión, convertirse en símbolo de belleza?

Un largo recorrido hacia espacios novedosos y temibles

No obstante, para lograr algo semejante, el realizador no abandona su distintiva capacidad para crear escenas espeluznantes. Casi toda la película transcurre en la semipenumbra de un planeta indeterminado. También, en medio de preguntas sin respuesta sobre la predestinación a lo terrorífico

¿Está el hombre sujeto a imagen y semejanza de sus mayores horrores? Para abarcar un tema tan amplio, el director apela a lo alegórico. Crímenes del futuro tiene un sentido mitológico. No solamente por el crimen que desencadena los eventos del argumento —una madre que asesina su hijo—, sino también por su forma retorcida de mostrar el horror. 

Crímenes del futuro y los horrores escondidos en la carne

Crímenes del futuro

Cronenberg, veterano en usar lo retorcido para narrar historias sobre la naturaleza humana, encuentra en Crímenes del futuro la depuración de su estilo. También, la conexión definitiva entre su discurso y un tipo de violencia sofisticada que ya se anunció en La mosca en 1986 y en eXistenZ en 1999. Una mirada hacia un tipo de brutalidad física que desencadena eventos emocionales. A su vez, crea un sentido del miedo por completo novedoso.

Por supuesto, para el director, llamado “creador de monstruos” de toda naturaleza y origen, su obra más reciente es un recorrido por sus obsesiones. Desde el consumismo, hasta el desarraigo y la caída en el desastre del espíritu de la civilización. Todo tiene un lugar destacado en esta exploración sobre la desesperación. En concreto, lo que cualquiera puede hacer al borde del abismo. Para la ocasión, Cronenberg prescinde del contexto o de motivaciones reales para sus personajes. 

Para el realizador, lo que se manifiesta en el trasfondo de Crímenes del futuro es más importante que lo que se muestra. Lo que sustenta una película visualmente impactante, cargada de referencias al arte contemporáneo y con un sentido del absurdo muy marcado. Aun así, se trata de una película de terror, con un discurso elaborado que sorprende por su elocuencia.

Un silencio temible en Crímenes del futuro

Crímenes del futuro

En la película de Cronenberg no hay dolor corporal y eso también es un símbolo. En la ausencia de límites, el cuerpo de Saul parece convertirse en el centro de terrores silenciosos y sin restricción. Pero, por supuesto, el director no hace exploraciones físicas solo por demostrar su crudeza. 

En realidad, Crímenes del futuro especula acerca de una moral que se hace cada vez más flexible, temible y borrosa a través de lo permisivo. Hay una “zona peligrosa” en la idea de Cronenberg sobre la sociedad de consumo, la percepción voraz del apetito colectivo por los horrores. También, la del otro, convertido en experimento general de elementos que llegan a ser inexplicables.

Cronenberg, acusado con frecuencia de excesivo, repugnante y violento, brinda a Crímenes del futuro una dureza moral en el subtexto. Es justamente eso lo que sostiene a una película que, de otro modo, sería imposible de entender como un espacio de deliberaciones sobre temas más elaborados. Una tendencia que el cine de terror de 2022 lleva a lugares oscuros y desconocidos, con enorme valor conceptual.