Un hombre de mediana edad acudió al hospital aquejado de la aparición de pequeños puntos dolorosos y rojos en sus piernas. También se detectó orina en su sangre y se observó que tenía una gran anemia. La sintomatología era confusa y los médicos que lo atendieron dudaron sobre su origen. Sin embargo, todo se resolvió al comprobar en una analítica que sus niveles de vitamina C en sangre eran indetectables. El paciente tenía escorbuto.

Esto inicialmente fue bastante sorprendente. El escorbuto se descubrió en el siglo XV, entre los marineros que realizaban largos viajes por el océano. Cuando estos duraban más de 5 o 6 meses, muchos tripulantes empezaban a caer muertos después de un largo tiempo de agonía. No se supo cuál era la causa hasta que un médico escocés descubrió que el zumo de naranja solucionaba todos sus males. Así, poco a poco los casos de escorbuto fueron reduciéndose y, si bien la enfermedad no desapareció por completo, se redujo a unos mínimos hasta niveles en los que hoy en día mucha gente ni siquiera conoce su existencia.

Por eso fue tan extraño detectar este caso de escorbuto, recién descrito en un artículo de la revista BMJ Case Reports. Al indagar en el historial del paciente, se descubrió que su economía era tan pobre que no le permitía comprar prácticamente alimentos frescos. Su dieta no contenía frutas ni verduras y, por si fuese poco, también había abandonado el consumo de suplementos por su elevado precio. Los marineros renacentistas lograron esquivar el escorbuto, pero una buena parte de la población general del siglo XXI podría volver a experimentarlo por culpa del elevado precio de vivir. Porque si hay que elegir entre pagar el alquiler o comer fruta, normalmente la prioridad suele ser lo primero. Es ahí donde entra en juego la reaparición del escorbuto.

Escorbuto: la pesadilla de los marineros

La dieta a bordo de los barcos que hacían largas travesías oceánicas durante el renacimiento incluía alimentos que se pudiesen conservar relativamente bien durante largo tiempo. Eso incluía bizcochos, carne salada, pescado salado, legumbres, queso, aceite, vinagre, vino y aguardiente entre otras viandas. El salado de la carne y el pescado era esencial, ya que es un mecanismo de conservación que mata a las bacterias por deshidratación. 

La fruta y la verdura se consideraban demasiado perecederas para acumularlas en los barcos. Por eso, los marineros podían pasar meses y meses sin consumirlas. Así, a las 6 semanas de zarpar muchos empezaban a sentirse muy débiles. Poco después, aparecían manchas dolorosas en la piel, sobre todo de cintura para abajo. Las encías sangraban y se inflamaban hasta el punto de caerse los dientes y, con el tiempo, el dolor articular y las hemorragias externas dejaban paso a otras hemorragias, esta vez internas, que terminaban causando la muerte. Esto ocurría 4 o 5 meses después de zarpar y afectaba a buena parte de la tripulación. Por ejemplo, en una expedición inglesa de 1740 por el océano Pacífico murieron por esta causa 1.300 de los 2.000 hombres que viajaban en los barcos.

escorbuto
Pierna de un paciente con escorbuto (escorbuto), 1887. Crédito: Biblioteca fotográfica médica (Wikimedia Commons)

Los marineros no sabían lo que les pasaba. No entendían el origen de su enfermedad. Y la situación siguió así hasta que en 1747 un médico escocés llamado James Lind demostró que las naranjas y los limones detenían los síntomas de la enfermedad. Fue así como se descubrió el origen del escorbuto y se consiguió encontrar la forma perfecta de detenerlo.

La enfermedad vuelve en el siglo XXI

Hoy en día se sabe muy bien que el origen del escorbuto es el déficit de vitamina C. En los países desarrollados ya es prácticamente inexistente, pues los alimentos ricos en esta vitamina están (o estaban) fácilmente al alcance de la mano de todo el mundo. Solo hay algunas excepciones. Por ejemplo, hay fármacos, como los inhibidores de la bomba de protones, más conocidos como protectores de estómago, que inhiben la absorción de vitamina C. También se ha visto que la cirugía bariátrica para reducir el estómago en pacientes con obesidad puede afectar de una forma parecida. Y, por supuesto, hay hábitos dañinos como el tabaquismo o el consumo de alcohol que aumentan el riesgo. 

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Los cítricos fueron la solución contra el escorbuto. Foto por Kathryn Aleksa en Unsplash

En el caso del paciente cuyo caso se acaba de describir, convergieron varios factores. Por un lado, se había sometido recientemente a una cirugía bariátrica. Dado que se sabe cómo puede afectar esto a los niveles de vitamina C, su médico le había pautado suplementos. Sin embargo, el hombre, que tenía muy pocos ingresos económicos, había dejado de tomarlos por su elevado precio. Además, tenía problemas estomacales por los que tomaba regularmente inhibidores de la bomba de protones. Y a eso se le suma que, a medida que fue aumentando el precio de la cesta de la compra, su presupuesto para comprar frutas y verduras se hizo insuficiente. Es algo que ocurre también a personas con un ritmo de vida tan elevado que malcomen.

Por eso, aunque la medicina haya avanzado muchísimo y haga 300 años que se conoce cómo prevenir el escorbuto, la enfermedad está reapareciendo. La parte positiva de esta historia es que el paciente se recuperó por completo. Se le administró vitamina C, pero también otros nutrientes de los que tenía carencia, como la vitamina D o el ácido fólico. De este modo, sus síntomas desaparecieron por completo. Pero, una vez de vuelta a casa, ¿podría seguir manteniendo el tratamiento o comprando alimentos ricos en vitamina C? A veces, sin un cambio estructural, la medicina no puede llegar al lugar adecuado. Da mucho en lo que pensar en estos tiempos que corren.