A La mesita del comedor le costó tiempo, esfuerzo y una sorpresiva recomendación encontrar su lugar entre el público amante del terror. Luego de ser rechazada en el Festival de Cine de Sitges, ser considerada por distribuidores como maldita e incluso, debatida como una premisa de insoportable crueldad, llegó lo inesperado. Stephen King, el mismísimo maestro de lo escalofriante de la cultura pop contemporánea, la recomendó, sin disimular su entusiasmo. No solo recalcó lo extraño de su premisa, sino la osadía de llevarla a cabo. Como si se tratara del impulso que necesitaba la cinta, de inmediato se anunció que finalmente llegaría al streaming, a través del catálogo de Filmin.
Pero más allá de la travesía para llegar a la pantalla grande y después a la pequeña, La mesita del comedor es, probablemente, una obra destinada a ser recordada. Su premisa atípica, brutal y directa, la convierte en una de las grandes historias del género de los últimos años. Además, en una exploración radical en el miedo, la angustia humana y al final, las miserias que se esconden en la vida doméstica. Todo, con un manejo visual y narrativo que, por sí mismas, son una demostración de las ambiciones de su director Caye Casas.
Para explicar mejor lo anterior, profundizamos en tres razones por las cuales deberías ver La mesita del comedor, ahora que se encuentra en las plataformas streaming. De su punto de vista agónico y salvaje sobre el sufrimiento a su ingeniosa manera de narrar una historia cada vez más retorcida. Este recorrido por el terror es una experiencia perversa que los amantes del género agradecerán. E incluso si no lo eres, quizás este relato de horror que desafía las expectativas, te sorprenderá más de lo que imaginas.
Un argumento que se cuenta sin ser obvio
En La mesita del comedor, la mayor tragedia — y la que es el centro de la trama — ocurre fuera de cámara. Lo que permite al director y guionista Caye Casas, mostrar una dimensión complicada del miedo. La que ocurre exclusivamente en la imaginación del espectador. Poco a poco, la trama se extiende como una serie de hilos hacia lo que parece una tragedia enorme, sangrienta y angustiosa. Pero el guion, antes de detallar, construye una atmósfera cada vez más irrespirable, dolorosa y al final, cercana a la locura.
Todo comienza por un acontecimiento trivial. La pareja Jesús (David Pareja) y María (Estefanía de los Santos), padres recientes después haberlo intentado por años, van de compras. O eso, es lo que muestra el argumento, aunque las discusiones entre ambos, el malestar y la incomodidad, tienen un obvio trasfondo. Hay un evidente malestar en la forma en que uno y otro se acusan con sutileza de todo tipo de descuidos, olvidos y errores. Por lo que la cinta plantea de inmediato que algo — invisible o al menos oculto — está pasando entre ambos. Un punto tan denso como para volver a la relación que comparten algo claustrofóbico.
Todo se volverá peor, cuando Jesús, gane una discusión absurda y termine por adquirir la mesa del comedor más fea y monstruosa, imaginable. Este toque de humor malsano será el contrapunto para lo que sucederá a no tardar. Puede parecer que esta introducción no conduce a ninguna parte, hasta que es notorio que es el prólogo para lo fatídico que espera a la pareja y al bebé de ambos. Un elemento extraño y profundamente perturbador que mantendrá el ritmo de la cinta en adelante.
Un uso excepcional del humor
La premisa de La mesita del comedor va del miedo, el sufrimiento profundo y un tipo de angustia visceral, a la risa oscura. Todo, a medida que la tragedia que es el centro del conflicto, se extienda por la trama como una infección. Gradualmente, lo que sea que haya ocurrido mientras Jesús cuida del bebé recién nacido, se anuncia como un suceso catastrófico con la capacidad de arrasar su vida.
Pero mientras eso ocurre, la cinta dará todo tipo de giros, para mezclar el horror con un tipo de sarcasmo tan agudo y angustioso que terminará por impregnar cada escena. La mesita del comedor no es una película sencilla ni pretende serlo. Antes de eso, busca dejar al espectador la mayor parte de las decisiones acerca de lo que cuenta. A saber: qué quiere creer, comprender o qué puntos unir de un argumento que no explica con claridad lo que pasa ni necesita hacerlo.
Para conseguir algo semejante, el director y guionista ha creado toda una versión acerca del humor negro, que es el contexto, en la medida de lo posible, del horror. Uno de los elementos más llamativos de esta obra rara e inclasificable.
Es toda una rareza en el cine de terror actual
Lo más asombroso de La mesita del comedor, es que toda su trama y la tragedia que cuenta, se aleja de los tropos más conocidos del género del cine terrorífico. Lo hace al innovar en su forma de profundizar en su historia, pero también, al transgredir varias de sus convenciones más obvias. Por lo que la cinta, evita escenas sangrientas explícitas, sobre explicar lo que se adivina al fondo o incluso, mostrar en qué consiste el hecho en el que profundiza su argumento.
Antes de eso, el guion pasa buena parte del tiempo, haciendo cada vez más densa su premisa. De la sospecha que una tragedia inimaginable acaba de ocurrir — pero evitar que sea obvia — a la insinuación de lo grotesco e incluso, lo sobrenatural. La mesita del comedor sorprende, incómoda y provoca repulsión. Todo, gracias a una meticulosa puesta en escena, una narración compacta y al final, la idea que el miedo es peor, cuando no es del todo visible y patente.